Challenger y la frontera de lo fantástico





Cabo Cañaveral. Florida. 28 de enero de 1986. Era una gélida mañana de martes.

El lanzamiento del Transbordador espacial Challenger había sido retrasado en cinco ocasiones y se especulaba con un nuevo aplazamiento del despegue. La plataforma había amanecido congelada y los técnicos se apresuraban a retirar el hielo y comprobar que no había provocado daños en la estructura. Finalmente, se anunció el despegue para las 11:38 de la mañana.



Hielo en la plataforma del Challenger
A partir de ese momento, todo ocurre muy rápido. Los astronautas acceden al transbordador, las gradas del Centro Espacial Kennedy se llenan con una multitud de familiares y amigos de los elegidos. Los alumnos de Christa McAuliffe han venido desde Concord, New Hampshire.

Desde aquí, desde el cómodo futuro nos deslizamos hacia la tragedia como quien camina el tablón y se acerca al precipicio. El horror está ahí, tras la máscara eufórica, en los errores de cálculo, en los rincones oscuros, bajo tierra. Nadie cuenta con ello, esa es la verdad, pero ahí está. Y su existencia da al traste con todo. La realidad cae hecha pedazos, el mundo que conocemos se viene abajo y lo imposible abre la puerta y entra sin llamar, avasallando con su incontestable presencia. ¿Qué ocurre después? Cuando aparece el monstruo al apagar la luz o el reflejo en el espejo responde por cuenta propia; cuando las amenazas del espacio exterior son reales y no ínfulas de escritores locos; cuando las máquinas viajan al pasado en busca del origen del tiempo, de su propio tiempo. ¿Qué ocurre cuando todo eso ocurre?


En el mismo momento en que el transbordador rompía velocidad del sonido para acercarse a su destino, muchas otras cosas pasaban en Miami. Historias que bordean la delgada línea de la realidad previsible, que estallan en pleno vuelo y desvelan que lo fantástico no es más que una necesidad matemática, una posibilidad estadística. Challenger es una novela que especula con ese espacio en blanco en el mapa cotidiano, un fallo del sistema, una grieta por la que se cuelan las cosas que no deberían estar ahí; pero están, todos los días, en todas partes.